Tras varias recomendaciones, por fin llegó el momento de visitarlo, y probar esas carnes rojas, de las que tiene fama.
Empezando por su decoración, nos encontramos la típica de un mesón, con sillas y mesas clásicas de madera y las paredes con algún trofeo de caza, del que toma el nombre.
A la vista de los comensales tenemos una cámara frigorífica de cristal, donde pueden verse las piezas de carne madurando, e invitándote a probarlo.
Ya metidos en faena, decir que las raciones son muy grandes. Pedimos un tomate con ventresca y unos boquerones, como entrantes, y acompañado de un magnífico pan recién tostado, podría haber sido suficiente para comer. Además estaba todo muy bueno.
Llegó el momento de la carne, un chuletón para dos personas, que acompañado de patatas panadera y un pimiento verde, era una cantidad que podría ser plato único.
La carne estaba en su punto y era sabrosa, aunque la pizarra caliente en la que lo sirven puede llegar a cocerla. A mi no me gusta que se sirva ahí, prefiero ir poniéndola sobre la piedra a mi gusto, pero cierto es que tiene solución, te lo pasas al plato y luego vas calentándolo al gusto.
Aunque respecto a carnes tengo el listón muy alto por lo probado en sidrerías del país vasco, creo que es una opción válida en Valencia.
El servicio muy rápido, quizá en exceso, pero era un día con muy poca gente.
Repetiremos.
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