Conocía desde hace años este local, de cuando era La vaca argentina, y sigue siendo un lugar espacioso y luminoso. Cada vez más difícil encontrar estos lugares.
La decoración es básica, pero agradable.
El servicio regular. No malo, pero al principio nos tuvieron esperando cuando había dos camareros en el mostrador de recepción. La verdad es que estaban bastante preocupados porque no podían abrir unas botellas de Valduero. El corcho estaba reseco y se deshacía.¿?
Ya metidos en faena, pedimos una ensalada de langostinos y vinagreta de regaliz, unas empanadas argentinas, bife argentino y, lo más original, steak tarta picado a cuchillo, aliñado y servido sobre tuétano de vaca asado. Todo estaba muy bueno, bien presentado y abundante.
Lo único a destacar es que los precios son medio altos. Sin vino, es fácil superar los 45 euros.
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